La elegante solución danesa para deep fakes
- Despacho Dip. Martin Yeza
- 7 jul
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 14 jul

Newsletter #4 Democracia.exe — julio 2025
por Martín Yeza, para Colossus Lab
En nuestro newsletter anterior exploramos cómo la IA enfrenta una crisis de originalidad. Hoy vemos las primeras respuestas legales a esta realidad.
La crisis ya no es solo de datos. Es de originalidad. En el último newsletter planteamos que la verdadera materia prima de la inteligencia artificial no son los datos, sino la inteligencia humana. Esa fuente diversa, compleja e irreplicable está entrando en una fase crítica de escasez cognitiva.
A medida que los modelos se entrenan entre sí, el riesgo de model collapse se acelera: los sistemas empiezan a perder matices, a repetirse, a volverse literales. La IA genera datos sintéticos que alimentan a otras IA, en un bucle donde lo original se degrada progresivamente.
Ese agotamiento no es solo técnico. Es civilizatorio. Porque lo que escasea no son los datos. Lo
que escasea es lo humano.
El caso danés: cuando la identidad se vuelve propiedad
Los deepfakes han experimentado un crecimiento exponencial, con aumentos que van del
900% al 3,000% según diferentes métricas en los últimos años. Pero lo crucial es que su uso está evolucionando: ya no buscan solo desinformar. Cada vez más se usan para entrenar nuevos modelos, creando ese bucle de degradación cognitiva del que hablábamos.
En este contexto, Dinamarca anunció en junio de 2025 una reforma legal que podría marcar el inicio de una nueva forma de soberanía. La medida comenzó como respuesta a los deepfakes: videos y audios que replican voces, rostros y gestos con fidelidad cada vez mayor. Pero la discusión fue más allá del consentimiento.
La propuesta, que cuenta con apoyo de aproximadamente el 90% en el Parlamento, permite a los ciudadanos registrar legalmente su voz, su cara, su forma de moverse como propiedad intelectual. El derecho ya no protege solo una obra. Ahora también protege una identidad expresiva, sus átomos más íntimos.
El ministro de Cultura danés lo resumió en una frase que parece salida de una novela de anticipación: "Todos tenemos derecho a nuestro cuerpo, nuestra voz y nuestros rasgos faciales… cosas que la ley actual no protege frente a la IA generativa".
No se trata solo de frenar imitaciones no deseadas. Se trata de reconocer que, en un mundo donde los modelos se entrenan con lenguaje humano, la singularidad expresiva empieza a adquirir valor económico. Si entrena, entonces vale.
¿Qué se está protegiendo realmente?
Cuando un modelo aprende a imitar tu forma de hablar, tu ritmo, tus silencios, ¿qué está usando? Tu traza cognitiva. Eso que no aparece en un CV pero define cómo pensás. Eso que no se puede reemplazar sin que el resultado se vuelva predecible. Esa traza, hasta hace poco intangible, hoy es activa, entrenable, monetizable. Si puede ser insumo, ¿puede ser propiedad? No estamos tan lejos de ese escenario. Y no se trata de alarmismo, sino de anticipación.
Se que parece raro, pero yo nací en el 86, si alguien me decía que podía hablar con mis anteojos y que me contesten me hubiera parecido un delirio. Acá estamos.
Alternativas al modelo danés
Dinamarca eligió una vía jurídica: registrar el cuerpo y la voz como derecho de autor. Pero podrían imaginarse otros mecanismos, más abiertos y adaptativos:
Sistemas de trazabilidad voluntaria que permitan saber cuándo y cómo una IA fue entrenada con tu estilo, tu voz o tus decisiones.
Licencias cognitivo-creativas inspiradas en el software libre, pero aplicadas al lenguaje, al diseño, a los patrones argumentativos.
Consorcios por especialidad donde comunidades profesionales administren colectivamente cómo se usan sus rasgos distintivos como insumo.
No son propuestas cerradas. Son hipótesis. Señales de que el tablero se está moviendo y de que lo cognitivo empieza a exigir formas nuevas de protección, de agencia, de estrategia.
La elegante solución danesa
El caso de Dinamarca quizás marca un momento crucial. No se trata solo de frenar deepfakes. Se trata de establecer soberanía sobre la expresión humana. Es un asunto que se debate hace al menos una década y que ahora inicia una discusión que lejos de ser distópica, pasa a ser estratégica para los países.
La "elegancia" de la propuesta danesa está en su simplicidad conceptual: si tu singularidad cognitiva puede ser insumo, entonces puede ser propiedad. Es una respuesta jurídica a un problema civilizatorio. Y puede ser el primer domino de una nueva geopolítica de lo humano.
Tal vez no podamos competir en infraestructura. Pero sí podemos proteger lo más valioso que producimos: criterio, ironía, estilo, pensamiento.
Y si eso no se defiende, alguien se va a aprovechar de eso.
Hasta la semana que viene.
Martín Yeza



Me encantó ese término “Huella Cognitiva” se habla mucho de la “Huella de Carbono” pero dejamos nuestra Huella por donde nos movamos es hora de dejar “Legado” a las nuevas Generaciones su por eso la Participación Cívica es lo que puede hacer que transformemos la realidad que no nos gusta! Abrazos Tomas!
Es interesante la propuesta danesa de registrar la voz, el rostro y la forma de expresarse como propiedad intelectual. Pero no deja de generarme dudas: cómo se protege esa información? No es también un riesgo que quede archivada en algún sistema que pueda ser hackeado o mal utilizado? Hoy desbloqueamos dispositivos con la cara o la voz… qué pasa si eso cae en manos equivocadas?
Y por otro lado, aunque se avance en leyes para proteger la singularidad de cada uno, seguimos entregando sin pensar gran parte de nuestra identidad al aceptar "términos y condiciones" que nadie lee. Le damos a Google, a redes, a plataformas de IA, permisos para usar lo que decimos, lo que hacemos, cómo pensamos… sin…