EEUU y la "gran, hermosa ley" que no fue para la IA
- Despacho Dip. Martin Yeza
- 11 jul
- 5 Min. de lectura

Newsletter #1 Regulation Lab — julio 2025
por Fernando Arrili, para Colossus Lab
Estados Unidos estuvo a punto de hacer algo inteligente con la inteligencia artificial.
El 4 de julio, el Congreso estadounidense aprobó un megaproyecto llamado OBBBA (sí, "One Big Beautiful Bill Act"). Era un paquete legislativo masivo que abarcaba desde infraestructura hasta energía, con cientos de artículos.
Pero había un artículo específico que nos interesa: el que intentaba centralizar la regulación de IA a nivel federal y "congelar" cualquier nueva ley estatal o local por 10 años.
Sonaba lógico. Sonaba necesario.
Pero el Senado le cortó las piernas: 99 de 100 senadores votaron para eliminar esa cláusula. Solo un senador (Thom Tillis) la defendió.
¿Por qué importaba esa cláusula?
Simple: iba a prohibir que estados y gobiernos locales regulen modelos de IA por una década completa. La lógica era evitar el caos normativo que ya está pasando.
Porque acá está el tema: según la National Conference of State Legislatures, solo en 2025 se presentaron más de 1000 proyectos sobre IA en los 50 estados. Casi 10 por día. Pero solo 28 estados terminaron aprobando algo concreto.
¿El resultado? Un mosaico regulatorio que se está volviendo cada vez más complejo.
El éxodo de Delaware
Para entender el problema, miremos Delaware. Históricamente era el paraíso corporativo de Estados Unidos. Tesla, Dropbox, TripAdvisor: todas tenían sede ahí.
¿Qué pasó? Entre 2021 y 2024, nuevas regulaciones comerciales y empresariales los espantaron. Ahora se están mudando a Texas, Nevada, Oklahoma. Estados más amigables.
Y acá está la evidencia empírica que lo confirma: los estados con menor carga regulatoria están literalmente creciendo más rápido. Idaho lidera el ranking de crecimiento del PIB en los últimos cinco años (22.23%), seguido por Florida (21.77%), Utah (20.36%) y Washington (19.64%). No es casualidad.
¿Qué tienen en común estos estados? Marcos regulatorios más simples y predecibles. Idaho, por ejemplo, cortó drásticamente su código administrativo: de más de 8,500 páginas en 2017 a menos de 5,800 en 2023. Una reducción del 32% que coincidió con su boom económico.
Pero las empresas no solo se mueven por impuestos o gobernanza corporativa. También lo hacen cuando las regulaciones quieren decirles cómo hacer las cosas. Meta acaba de confirmarlo: en enero de 2025 anunció que mueve todo su equipo de moderación de contenidos de California a Texas.
¿La razón? Texas tiene leyes que prácticamente prohíben la moderación de contenido en redes sociales. Es el paraíso regulatorio para plataformas que no quieren lidiar con políticas de "corrección política".
Primero vino la ola regulacionista de restricciones a la libre expresión —muchas empresas tech la aceptaron como parte de la "responsabilidad corporativa". Ahora esa misma ola puso el foco en la "transparencia algorítmica": quieren que las empresas expliquen cómo funcionan sus algoritmos.
El problema es que ni los propios desarrolladores entienden completamente cómo funcionan esas cajas negras. Los algoritmos de IA son sistemas complejos donde es difícil explicar por qué tomaron una decisión específica. Pedirles "transparencia" es como pedirle a alguien que explique por qué soñó algo específico anoche.
La paradoja de la complejidad regulatoria
Acá hay algo que venimos observando en nuestro radar normativo: con el tiempo, los cuerpos regulatorios se vuelven cada vez más extensos y complejos.
¿El resultado? Marcos legales que nadie entiende, que frenan la innovación y que benefician solo a quienes pueden pagar ejércitos de abogados para navegar la burocracia.
Mientras Idaho demuestra que la desregulación funciona, estados como California y Nueva York siguen apostando a la complejidad normativa. ¿El costo? Las empresas se van a buscar ecosistemas más simples.
Las empresas tech ya no tienen drama en cambiar de estado si las reglas no les convienen. Pero esto puede ser peor: pueden cerrar proyectos o frenar innovación directamente.
El debate de fondo: acelerar vs. frenar
Detrás de esta discusión hay una guerra ideológica que está dividiendo al mundo tech de Estados Unidos.
Por un lado están los aceleracionistas: creen que la IA debe desarrollarse sin trabas porque es la única forma de mantener la ventaja competitiva frente a China. Su lógica es simple: mientras nosotros nos peleamos con regulaciones, ellos avanzan sin miramientos.
Del otro lado están los decels (desaceleracionistas): argumentan que la IA necesita regulación urgente porque los riesgos son demasiado altos. Prefieren ir más lento pero más seguro.
En este debate, es indudable preguntarnos: ¿va a seguir siendo óptima la utilización del 100% de los mecanismos institucionales heredados en un mundo que es cada vez más distinto a aquel en el cual se diseñaron esos mecanismos?
Trump y la OBBBA claramente apostaban al primer campo. La moratoria de 10 años no era federalismo progresista: era centralización pro-industria. La idea era frenar a estados como California y Nueva York, que vienen implementando regulaciones "progresistas" sobre algoritmos y privacidad.
La oportunidad perdida. Los "laboratorios de democracia" vs. la estrategia nacional
¿Por qué el Senado rechazó algo que parecía tan estratégico?
Dos hipótesis:
Realmente creen que la IA necesita regulación urgente y variada
Les daba miedo sentar un precedente de "federalización" que después se use para otros temas.
Por lo que vimos en la votación (99 a 1), nos inclinamos por la segunda opción. Pero acá aparece una tensión interesante. Steve Bannon, sorprendentemente, se opuso a la cláusula de IA de la OBBBA. Su argumento (entre otros): los estados deben funcionar como "laboratorios de democracia" donde se experimenten diferentes enfoques regulatorios.
La lógica no es descabellada. Si las empresas pueden moverse libremente entre estados —y de hecho lo hacen—, ¿por qué no dejarlas que elijan? Los estados que ofrezcan mejores marcos regulatorios atraerán inversión y talento. Los que se pasen de reguladores perderán empresas. Es selección natural aplicada a política pública.
¿No es eso exactamente lo que estamos viendo con Idaho (22% de crecimiento) versus estados más regulados? El mercado ya está votando.
Pero tampoco hay que ser inocente. La conformación de un conglomerado industrial tecnológico que ayude a Estados Unidos a defender su supremacía global no puede quedar librada a los vaivenes electorales de cada estado.
Las empresas que han aprovechado los clusters regionales de formación e investigación se ven enfrentadas a relocalizar equipos por su propia supervivencia. Las inversiones en data centers son tan masivas que si un estado decidiera cambiar de un día para otro sus leyes sobre tratamiento de datos generarían enormes costos para las empresas. En ese entorno, ¿cómo puede pedírsele a esas empresas que guíen al país a la victoria?
En esta oportunidad, Trump hizo una apuesta sistémica por la desregulación total como estrategia nacional. Pero el Senado no lo compartió y no prosperó.
La próxima semana vamos a analizar qué está pasando en nuestras tierras: los principales proyectos de IA que se presentaron en el Congreso argentino durante junio, con nuestro primer semáforo regulatorio del año.
Nos vemos la semana que viene,
Fernado Arrili.



Fernando y equipo, muy interesante nota, es una buena introducción para el próximo newsletter sobre la realidad en nuestro país, lo voy a estar esperando, saludos!